martes, 20 de diciembre de 2011

Ceferino

Hay tardes como ésta en que encuentro al abuelo dormido, recostado en su sillón, apretando con las manos la toalla que le cubre las piernas, como si quisiera aferrarse a la vida y escapar del sueño de la muerte.

Las ramas de los árboles chocan contra las láminas de la casa y producen un estruendo que exalta al abuelo, pero no lo despierta. Yo lo imagino parado en la proa de un barco asustado por relámpagos de tormenta y olas gigantes.

No sé porqué siempre sueño con el trabajo –confiesa- Sueño que me peleo con un par de cabrones que no me quieren dar chamba. ¡Puras tonterías! –finiquita- y baja la cabeza sintiendo pena por sus recuerdos.

Al abuelo le gusta contarme sus viajes en alta mar. Se emociona y alza los brazos marrones, magullados, tostados por el sol. Y yo lo imagino luchando con quimeras en tráfagas e inacabables batallas marinas.

A veces lo sorprendo observando absorto la foto de la abuela que tiene sobre el buró. Parece que charlaran. Él pide disculpas, ella lo invita a morirse.

Cuando lo descubro cabizbajo, pensativo, agazapado entre sus miles de arrugas, ahogado en una angustia infinita o sosteniendo el periódico con sus manos trémulas, pienso en aquel poema de Neruda. Abuelo, “¡Todo en ti fue naufragio!”




3 comentarios:

chana dijo...

Mi vida eres grande no cabe duda,pero lo que mas me gusta es tu carinio al abuelo.

Dr. Enrique Manuel Chan Manzano dijo...

Hijo muchas gacias por la poesìa edidicada a mi padre, me hisiste llorar, siempre he dicho que tu destino es escribir, lo supe desde que tenìas siete años, por las cartas que solias escribirme.

Anónimo dijo...

unos de los poemas mas hermosos que e lee ido sin duda no dejes de escribir eso es lo tuyo te estaremos apoyando