martes, 28 de febrero de 2012

Óbitofranquezas.

I

El hecho de que me ponga a pensar

en tu muerte, Ceferino, no quiere decir

que ya quiera que te mueras.


Porque yo he pasado alguna tarde entera,

sentado a tu lado, robándote memorias

de naufragios y peleas de cantina.


Ya te estoy guardando mis lágrimas

para poder llorarte hasta el cansancio,

ya te estoy velando desde ahorita,

regalándote las horas que puedo y quiero.


Porque no quiero que la tarde de tu velorio,

nadie me diga que te ofrezca una “última noche”.

Irme a parar a un lado de tu féretro,

sabiendo que mientras estabas vivo, poco me ocupé de ti,

sería como mentarte la madre.


A mí ya me está doliendo tu partida,

me están haciendo falta tus historias,

tus torpes carcajadas y enfados innecesarios.


Los sábados ya no serán los mismos,

sin compañero fraterno, siempre lúcido y pasional,

para ver el arte de los hombres que se muelen a golpes.


La muerte, no conoce de futuros.

Por eso, compartirte mi pobre presente,

es la forma más sincera que tengo para quererte.