A lo lejos,
un par de colinas que tiemblan,
un rostro de
mujer incandescente hecho poema,
una cascada
de agua virgen y cristalina que canta boleros a la tierra.
Atrapamos las
palabras, las hicimos besos,
entre la
oscuridad volaban acariciándonos,
invitándonos
a desafiar la propia tragedia de nuestro amor.
En el
paisaje de nuestras sombras,
nos
desciframos cual ciegos que buscan algo
y nos dijimos
tantas cosas, aguardados
por el frío
detuvimos el tiempo unos segundos.
Y nadie nos
cree.