jueves, 30 de septiembre de 2010

Introspección.

Voy a escribir entre la sombra de tus pechos pequeñas palabras indescifrables que sólo tú corazón podrá entender.

Soy el que no puedo verte a la cara, el que te vende blasfemias con verdades que sólo yo entiendo, el que no te merece y al que no mereces. Somos dos encuentros premeditados, intencionados e incorrectos.

Soy el de un solo corazón y varios amores, el que no sabe qué quiere pero tampoco pretende saberlo. El autorretrato de un ciego de nacimiento apreciado y calificado por el mismo.

Soy el que se entusiasma viendo aviones y helicópteros pasar por su ventana, pensando en el miedo que tiene a las alturas sabiendo que es en verdad a la libertad.

Soy una tarde de Noviembre un día que no debería llamarse Domingo sino Melancolía. Soy el fraude de un enamoradizo escritor al que le falta esa cosa a la que llaman “amor” para que vuelva a pensar que sus letras son más o menos buenas, y no mediocres y sin sentido como éstas.

Soy el que los sábados recuerda que quiere ser poeta, soñador y revolucionario. Un hombre atrapado en 3 historias con finales diferentes, con 3 máscaras a escoger dependiendo la ocasión.

Soy la extrañez de un puerto en decadencia visto en un amanecer capturado por la cámara de mi padre. La tarde interminable del abuelo que se ha vuelto un experto en matar mosquitos, en esperar un baño, otro día, las mismas caras, los mismos pretextos.

Soy Montreal y sus calles que ven pasar a mi madre y a mi hermano, incompletos como también lo estoy yo, sabiendo que nos hacemos tanta falta, que nos hemos vuelto tan ajenos a nuestra cotidianeidad pero no a nuestras causas.

Soy una carrera universitaria que no logro amar, la flojera de mis mañanas y el pretexto redundante de mi sueño aunado a mi fracaso.

Soy mis dudas perpetuas, mis miedos, la noche que se lleva la inspiración y las ganas que podrían continuar éste viaje hacia mí mismo, y sin embargo lo suspenden dejando en el tintero lo que siempre merece pensarse; el día siguiente.