lunes, 16 de julio de 2012

Óbitofranquezas III

Llegó acompañado de una tabla californiana.
Bien muerto, como maniquí.
En una de tantas pequeñas batallas en que
pretendía domar una ola
el mar terminó por matarlo.

Era un John, Peter, o quizá un Robert.
Johnson, Edwards, a lo mejor Harrison.

Y estuvo días enteros esperando
a que la atenta diplomacia mexicana
viniera a hacer algo con su cuerpo.

De vez en cuando, un perro pasaba a olfatearlo
y las moscas encontraron en él un hogar maravilloso.

Los gringos también se pudren.