viernes, 24 de agosto de 2012

Agosto


A lo lejos, un par de colinas que tiemblan,
un rostro de mujer incandescente hecho poema,
una cascada de agua virgen y cristalina que canta boleros a la tierra.

Atrapamos las palabras, las hicimos besos,
entre la oscuridad volaban acariciándonos,
invitándonos a desafiar la propia tragedia de nuestro amor.

En el paisaje de nuestras sombras,
nos desciframos cual ciegos que buscan algo
y nos dijimos tantas cosas, aguardados
por el frío detuvimos el tiempo unos segundos.
Y nadie nos cree.

lunes, 16 de julio de 2012

Óbitofranquezas III

Llegó acompañado de una tabla californiana.
Bien muerto, como maniquí.
En una de tantas pequeñas batallas en que
pretendía domar una ola
el mar terminó por matarlo.

Era un John, Peter, o quizá un Robert.
Johnson, Edwards, a lo mejor Harrison.

Y estuvo días enteros esperando
a que la atenta diplomacia mexicana
viniera a hacer algo con su cuerpo.

De vez en cuando, un perro pasaba a olfatearlo
y las moscas encontraron en él un hogar maravilloso.

Los gringos también se pudren. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

Un poema como un rompecabezas. Un sueño.

Tengo ganas de quererte,
de ofrecerte las olas de mi tierra salobre
–sábanas de Dios que cobijan la tierra-.

Un amigo me contaba sobre prostitutas
que juegan a hacer el amor con la muerte.
-Camenas olvidadas de Dios- pensé.

En un barco herrumbrado,
hundido en las profundidades de la mar,
un camarón agita la arena para jugar en tu cueva.

Alguien, tal vez yo, respiraba apresuradamente.

Un amigo te contaba sobre sirenas
que hacían el amor sobre un barco herrumbrado,
hundido en el fondo del mar.
Y tú tenías ganas de quererla.
Ahora no sé cual era exactamente la historia.

Presente. Eso somos.

lunes, 26 de marzo de 2012

Óbitofranquezas II

II

La tarde en que moriste, Tomás, tu madre hacía tortillas

y cantaba una canción de los tecolines

que sonaba en la radio.


Un par de horas más tarde, golpeaba estrepitosamente tu pecho,

desecha en llanto, como regañándote por haberte muerto.


Tu padre puso en tu mano una moneda,

porque dicen que allá donde vas, cobran por delatar asesinos.


Ya te están mezcaleando allá afuera, Tomás,

levántate de ésa caja, ¿Qué no tienes calor?


Ya están sonando las cazuelas y las ollas, Tomás,

el atole ya está hirviendo. Anda a asomarte,

¿Qué no tienes hambre?


Sobre la tierra en que anduviste tantos días, Tomás,

vamos metiendo el hombro para llevarte al panteón.


Mira a tu madre, Tomás, de dónde sacará tantas lágrimas,

¿Quien se las habrá prestado?


No faltan mirones por las calles,

pájaros a los que tu muerte parece no importarles,

mujeres que se persignan, niños que detienen la carrera o el juego,

ancianos de miradas grises, estoicos mirando pasar la muerte.


Parece que toda esta tierra hubiera sido regada

por los ojos de tu madre, la pobre, ya no puede llorarte más,

ya sólo mira tu féretro, que desciende hacia las entrañas de la tierra

y emite un sollozo indescifrable, como si tarareara la canción de tu partida.

martes, 28 de febrero de 2012

Óbitofranquezas.

I

El hecho de que me ponga a pensar

en tu muerte, Ceferino, no quiere decir

que ya quiera que te mueras.


Porque yo he pasado alguna tarde entera,

sentado a tu lado, robándote memorias

de naufragios y peleas de cantina.


Ya te estoy guardando mis lágrimas

para poder llorarte hasta el cansancio,

ya te estoy velando desde ahorita,

regalándote las horas que puedo y quiero.


Porque no quiero que la tarde de tu velorio,

nadie me diga que te ofrezca una “última noche”.

Irme a parar a un lado de tu féretro,

sabiendo que mientras estabas vivo, poco me ocupé de ti,

sería como mentarte la madre.


A mí ya me está doliendo tu partida,

me están haciendo falta tus historias,

tus torpes carcajadas y enfados innecesarios.


Los sábados ya no serán los mismos,

sin compañero fraterno, siempre lúcido y pasional,

para ver el arte de los hombres que se muelen a golpes.


La muerte, no conoce de futuros.

Por eso, compartirte mi pobre presente,

es la forma más sincera que tengo para quererte.

miércoles, 11 de enero de 2012

Sicalipsis de Enero.

Gimes y mueres, salamandra,
entre mis manos te haces polvo.

Me ofreces tu torpeza,
el agua que corre entre tus piernas.

En la meseta divina de tu vientre
asesino a una bestia de sangre tibia.

Yo juego a ser tu Dios.



Fotografía: Pavel Kiselev.