martes, 30 de junio de 2009

Una excusa o un para qué.

Estos últimos días he estado meditando acerca del por qué y el para qué tengo este blog. Me he encontrado con respuestas que no creí tener, y confirmado otras que todavía tambaleaban. Las preguntas suenan y yacen como dos incógnitas necesarias a la conciencia y a la racionalidad, necesito; creo, una excusa incuestionable e inmediata para este espacio, un para qué redundante a toda ocasión y a todo cuestionamiento. Tal vez puede ser cosa mía, no lo sé. El ser humano suele irremediablemente tener la necesidad de explicar el por qué de sus acciones, la misma vida nos lo ha impuesto, sin embargo, creo que hay cosas que no necesitan de justificación ni explicación alguna, afortunadamente, esta no es una de ellas, y digo afortunadamente porque sería una pena no tener justificación para ello, desde luego, así como las palabras tienen traducción, también tienen una explicación.

He encontrado en este espacio (su espacio), una salida constante y necesaria a mis pensamientos, y es que, así como la encuentro en otras libretas en las que también escribo, y aunque este blog es menos íntimo, no deja por ello de ser franco, directo y transparente.

¿Un poeta?, ¿Un escritor?, no lo sé, si al que trata la madera le dicen carpintero, y al que roba cosas le llaman ladrón, quizá yo soy un poeta y un escritor, sin el detalle elemental al nombramiento de ser bueno o malo en ello. Escribir es el arte necesario y franco de ser, de plasmar y de sentir. Y aunque la definición anterior podría caber en la pintura, la escultura u otras artes, las herramientas son por demás diferentes. Yo puedo escribir en la arena sin necesidad de un papel y un lápiz, más no puedo pintar sin pintura, puedo escribir en el cielo (sutil e íntimo lienzo), más no puedo esculpir sin materia.

Lo hago sin temor, y eso es precisamente lo que me permite crear el vínculo exacto entre mis letras y ustedes, porque ese es otro punto crucial que lleva a una respuesta más. Este blog, depende de quién lo lee, no es autónomo, vive por las personas que se identifican o simpatizan con él. Es un ente material desprendido del autor que vive por sus lectores, porque finalmente si no quisiera que nadie lo viera, lo escribiría en una libreta y lo guardaría para mí, pero ese no es el punto. El escritor escribe para ser leído, el pintor pinta para ser apreciado, y aunque es importante recalcar que es la segunda instancia, no deja por ello de ser importante.

¿No temes que sea tan íntimo?

En realidad la pregunta anterior ha surgido de charlas con otras personas con blogs, el problema, dicen, es que suele convertirse en algo autobiográfico o demasiado íntimo, y muchos temen que eso suceda. En mi caso, creo que al final, somos personas, comunes y corrientes, que sienten, que lloran y ríen, y si algo puede parecer demasiado personal, no hay que tener miedo a la crítica o al juicio, alguna vez dijo Coelho que los críticos eran como eunucos en un harem, saben cómo se hacen las cosas, pero no pueden hacerlas.

Invitación:

Por último, no puedo dejar de hacerles una atenta invitación; los exhorto a que escriban, es placentero, tranquilizante y siempre satisfactorio. Quién sabe si entre ustedes no se encuentra un gran poeta, novelista o guionista. Recuerden “de músico, poeta y loco…”

Soy hombre, duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
O. Paz

miércoles, 3 de junio de 2009

"Las Criaturas Saladas"

"Yo levanté los ojos y tuve una visión. Había dos mujeres que avanzaban. El viento soplaba en sus alas: ellas tenían dos alas como las de la cigüeña, y levantaron el recipiente entre la tierra y el cielo" Zacarías (5:9)

Desde el punto de vista religioso, los Ángeles son considerados como criaturas divinas destinadas a la ayuda de Dios. Son imaginados como seres misericordiosos y preciosos, cuerpos alados, dotados de pureza, de aspecto blanquecino y mirada tierna, con objetivos diferentes y por demás significativos. Los Ángeles parecen ser creaciones derivadas de la esperanza del hombre, producto de la búsqueda de un refugio constante de ánimo, fortaleza y temperamento. El Ángel, en el argot milenario, es la figura sagrada, preciosa e indescriptible. Sinónimo de ayuda, de consuelo, de tragedia, muerte y vida. El Ángel es un ser etéreo, digno de las creaciones humanas más comunes. Son pintados, esculpidos, escritos, dibujados, son nombres de canciones, ciudades, novelas, poemas y un sin fin de cosas.

Pues bien, pareciera que andan por todos lados, sin cansancio ni tregua alguna para con el mundo, ayudando sin ser vistos ni oídos, vagando por la tierra que nos tocó vivir a los mortales. Siempre creí que nunca había visto alguno, pensé que eran obra de la vasta imaginación del hombre, dudé siempre de su existencia y credibilidad. Hasta que me di cuenta que en verdad están ahí, siempre lo han estado, solo que en figuras diferentes a las que se pintan o dibujan, están ahí, pero sin alas, sin blancura ni divinidad. Los Ángeles usan lentes, tienen los dientes salidos, usan saco, corbata y pantalones. Los Ángeles odian que les hables por la mañana, comen donas y aman leer a Borges. Los Ángeles usan trenzas, viven lejos, tocan la guitarra y juegan “X-Box”. Los Ángeles me mandan mensajes todas las noches preocupados por si ya llegué a casa, los Ángeles me ven con ternura, me cocinan a veces y me piden galletas (finas obvio, son Ángeles), los Ángeles usan silla de ruedas y van por la calle molestos por el sol y cansados de la vida, ellos saben que los quiero y ríen y muestran el lunar de su mejilla izquierda, lloran en mi hombro y no dudan si quieren hablarme a las 2 de la mañana. Los Ángeles aguantan carilla, cubren mis excesos de alcohol y hablan apenados con mi padre, te invitan a desayunar y pagan las chelas, miden casi dos metros, te llaman “Bro”, son incoherentes, ocurrentes y gordos. Son criaturas que hablan Alemán dormidos, nobles como nadie y simples como todos. Disfrutan la cocina, lloran muy seguido, son inseguros y de mucha “hueva” para la fiesta. Tienen mirada celestial, olvidan títulos y preguntan siempre ¿Qué piensas?, son pequeños, parlanchines y chismosos.

Los Ángeles que yo conozco son aún más sencillos y simples de aquellos que la gente dibuja e imagina, los angelitos que me tocaron no son criaturas aladas, sino “saladas”, no son pulcros sino apestosos, no están siempre, sino cuándo deben. Esas criaturas que me rodean, son en realidad, Ángeles, diferentes en figura, pero iguales en esencia a como la divinidad los ha descrito. Todos mis Ángeles, quizá no han sido descritos esta ocasión, sin embargo, saben que los quiero. Y agradezco su existencia cada uno de los días que desde que nací, me ha tocado vivir de más.