mientras finjo que te amo,
me siento más sólo.
No sé a qué juego enamorando
a varias mujeres, vendiéndoles miseria
y poemas a cambio de sus piernas.
No sé qué pretendo con esa linda chica
de diecisiete años, mientras le apreto los senos
y sacio mi perversidad y me bebo su ternura.
Entre mis diferentes e infinitas soledades
invoco a una extraña que tal vez anda por ahí
pensando en el trabajo, comiendo o haciendo el amor.
Yo imploro al mundo que me deje verla un día
ande yo sobrio y de buena cara
para lanzarle un hola y ver qué pasa.
Imagino que vendrá con sus dedos finos y largos,
me elegirá como se escoge una fruta de un árbol
y si me va bien, me comerá.
Ojalá que tenga pies pequeños cortados como pan
y que tenga un torso esbelto y blanco
y rodillas adiamantadas y que huela a café.

Fotografía: Edward Olive.